Vivir con un tumor tras otro: el síndrome Von Hippel-Lindau
Al otro lado del teléfono, Susi responde resuelta y animada. Su voz no se asemeja a la que podríamos esperar de una paciente con síndrome Von Hippel-Lindau (Consiste en Vivir con un tumor tras otro), una de las más de 6.000 enfermedades raras conocidas por la ciencia. “Soy la cuarta generación afectada de mi familia”, explica. Quizás por este motivo la “maldición” de contar con esta patología se haya vuelto normal. Dentro de lo normal que puede parecer sufrir durante toda la vida un tumor tras otro.
Susi Martínez es la presidenta de la Alianza española de familias de VHL, las siglas que se emplean para hablar del síndrome Von Hippel-Lindau. Ella fue diagnosticada a los doce años del primer tumor. A los dieciséis, por culpa de la aparición de células malignas en su retina, comenzó a perder la visión. Sus otros dos hermanos también padecen este trastorno, que afecta a una de cada 36.000 personas en España.
Una enfermedad que debe verse “a largo plazo”
En base a estas estimaciones, cabría esperar que hubiera unos 1.300 pacientes con síndrome Von Hippel-Lindau. La asociación, sin embargo, tiene localizados únicamente a un 20%. El registro nacional de enfermedades raras, dependiente del Instituto de Salud Carlos III, contempla solo a 18 personas afectadas por este trastorno. Cifras que demuestran el infradiagnóstico de una patología causada por mutaciones en el gen VHL, situado en el cromosoma 3.El síndrome Von Hippel-Lindau, causado por mutaciones en un único gen, provoca la aparición de tumores y quistes durante toda la vida
A comienzos del siglo XX, Eugen Von Hippel y Arvid Lindau describieron por primera vez el trastorno, que causa la aparición de tumores y quistes -en su mayoría benignos- en diferentes partes del cuerpo. La retina, el cerebro, la médula espinal, los riñones o el páncreas son algunos de los lugares donde proliferan las células. “Yo llevo dos operaciones de cerebelo, por fortuna, sin secuelas neurológicas”, nos comenta Susi.
Pero no en todos los casos sucede lo mismo. “Para nosotros es fundamental contar con especialistas que conozcan bien el síndrome Von Hippel-Lindau”, sostiene. En la alianza se encontraron una vez con un paciente menor de 30 años al que le habían quitado un riñón cuando le apareció el carcinoma. “Luego le salió un tumor en el otro, y tuvieron que someterle a diálisis y a un trasplante”, afirma la presidenta de la entidad, quien incide en la importancia de “hacer un seguimiento” a los pacientes durante toda su vida.
Una opinión bastante similar a la que tiene Ana Belén Perona Moratalla, del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (SESCAM). “Se trata de adelantarnos a lo que va a ocurrir”, afirma la neuróloga, quien sostiene que “el propio paciente conoce bien su enfermedad”. El objetivo de los especialistas al abordar el síndrome Von Hippel-Lindau, según Perona, es “salvar la función [de los órganos] para salvar la vida y evitar la discapacidad de los pacientes”. Esta enfermedad poco frecuente cuenta con un protocolo médico desde 2010, cuando una conferencia en Río de Janeiro estableció los pasos a seguir para monitorizar y controlar la evolución de los pacientes.
Entre otros aspectos, los oftalmólogos deben realizar anualmente un examen conocido como “fondo de ojo” para detectar y supervisar la aparición de tumores en la retina. Lo mismo ocurre con el sistema nervioso, que debe ser controlado mediante la realización de resonancias cada uno o dos años, en palabras de Perona. Pruebas y evaluaciones similares que sirven para detectar que no haya quistes o tumores en otras zonas del cuerpo, como el páncreas o las glándulas suprarrenales.
Un verdadero problema: la falta de especialistas
La neuróloga señala que el síndrome Von Hippel-Lindau “debe verse como una enfermedad a largo plazo”. “A lo largo de su vida los pacientes desarrollarán diferentes tumores pero por suerte cada vez hay cirugías menos invasivas”, explica a Hipertextual. Uno de los grandes problemas de esta patología, al igual que sucede con el resto de enfermedades raras, es que no cuenta con una detección adecuada.
“En muchos casos se tarda en hacer un diagnóstico, pues a veces nos cuesta unir todos los síntomas”, comenta Ana Belén Perona. Algo en lo que coincide la presidenta de la alianza VHL, quien describe como “mala suerte” el retraso en la detección de la enfermedad en los casos donde no hay antecedentes familiares
El objetivo es encontrar la mutación en el gen VHL, que confirmaría las sospechas clínicas. “Pero los pacientes vienen con una patología”, explica Josep Oriola, del Centro de Diagonóstico Biomédico del Hospital Clínic de Barcelona. Si tiene, por ejemplo, un feocromocitoma, vas haciendo los análisis de ADN hasta que se encuentra el “error” genético. “En función del gen mutado, clasificas el síndrome”, señala Oriola, quien se encarga de buscar los cambios en el gen VHL para determinar si una persona está o no afectada por el síndrome Von Hippel-Lindau.Ana Belén Perona: “En muchos casos se tarda en hacer un diagnóstico, pues a veces nos cuesta unir todos los síntomas”
“Hay dos tipos de mutaciones: las puntuales o pequeñas, que afectan a varios nucleótidos; y las grandes delecciones, que se dan en cientos o miles de nucleótidos”, comenta el investigador. Estas últimas se asocian con una probabilidad más baja de desarrollar feocromocitoma, un tipo de tumor poco común que aparece en las glándulas suprarrenales. El “error” que se encuentre en el ADN de los pacientes también se relaciona con el desarrollo de un carcinoma maligno en los riñones.
“Si esa gran delección llega a otro gen al lado de VHL, se da una probabilidad más baja” de que aparezca este tumor maligno, sostiene Oriola. El estudio genético del caso índice -la persona afectada- también lleva a los especialistas a analizar el genoma de sus familiares en primer grado. El objetivo es poner en marcha la investigación antes de que se desarrollen los síntomas, con el fin de mejorar su seguimiento. “En un 20% de los casos las mutaciones ocurren de novo“, confirma el genetista, quien añade además que “hay factores externos no selectivos que influyen en los cambios en VHL”.
Josep Oriola coincide con Ana Belén Perona y Susi Martínez en que uno de los grandes problemas de los pacientes es la “falta de especialización”. “Lo ideal es que hubiera centros de referencia para que la atención fuera correcta”, señala la neuróloga. La enfermedad “no tiene cura”, en palabras de la presidenta de la alianza, por lo que necesitan “cirujanos especializados”. “No es lo mismo operar una vez el cerebro que siete u ocho”, afirma. Y es que un fallo en la intervención quirúrgica en regiones tan sensibles puede provocar “secuelas muy importantes”, señala Perona.“No les interesamos a las farmacéuticas. No les salimos rentables”, lamenta una de las afectadas
En el futuro, Oriola apunta a que el diagnóstico mejorará con las técnicas desecuenciación masiva del ADN. A más largo plazo deberían aparecer tratamientos, añade la neuróloga del SESCAM. En ese sentido, la médica participó en un estudio que evaluó la eficacia del propranolol para controlar el crecimiento de hemangioblastomas, un tipo de tumor que puede aparecer en el sistema nervioso central.
El trabajo, dirigido por la Dra. Luisa María Botella del Centro de Investigaciones Biológicas, mostró resultados positivos in vitro, aunque Perona cree que “lo ideal sería realizar algún tipo de terapia génica” para subsanar la mutación en el gen VHL. El diagnóstico preimplantacional y el consejo genético también son dos desafíos importantes a la hora de abordar el síndrome Von Hippel-Lindau. El olvido al que han estado sometidas las enfermedades raras también pesa sobre los afectados por este trastorno. “No les interesamos a las farmacéuticas”, lamenta Susi Martínez. “No les salimos rentables”.