Esta intervención sirve para mejorar la apariencia del torso, cuando en la zona del vientre se acumula piel flácida y estirada. A pesar de no tratarse de una alternativa para la pérdida de peso, sí que contribuye a mejorar tanto la apariencia física como la autoestima de los pacientes que se someten a ella.

La abdominoplastia puede realizarse de tres maneras diferentes, dependiendo siempre de las necesidades y características del paciente que serán previamente evaluadas por el equipo médico para aconsejarle cuál es la mejor opción para su caso: la abdominoplastia tradicional, la mini-abdominoplastia y la abdominoplastia por endoscopia.

Esta ultima es una intervención sencilla en la que las incisiones son muy pequeñas. El médico introduce a través de unos pequeños cortes los endoscopios: unas pequeñas cámaras que guían al cirujano durante la intervención y que le permiten ver en un monitor la zona en la que está trabajando. Mediante otras pequeñas incisiones se introducen unas herramientas de pequeño tamaño con las que se elimina la grasa y piel sobrantes de la zona.

En el caso de que la zona a tratar sea solamente la que se encuentra debajo del ombligo, podemos recurrir a una mini-abdominoplastia. Esta intervención también es más sencilla que la abdominoplastia en sí y su duración es menor.

La abdominoplastia tradicional se realiza siempre con anestesia general: requiere una hospitalización de 1 a 3 días, y la intervención suele durar entre 2 y 6 horas, dependiendo siempre de cada paciente. En la abdominoplastia el cirujano realiza una incisión por encima de la zona púbica desde la cual se procede a extraer el tejido graso y la piel suelta para conseguir un abdomen mucho más firme y plano. Además de la zona central del vientre, también puede extraerse el tejido graso y piel de los lados del abdomen.

Fuente: Muy Saludable